18 abr. 2010

Sus pies cansados perdieron de vista a un par de zapatos húmedos,
que al huir se resvalaron entre las hojas sueltas que volaban a la deriva
sobre aquel asfalto demasiado inquieto como para tomarlo muy enserio,
donde un remolino de viento frío los retenía con pereza,
y al imaginar una coreografía de pies descalzos...
decidieron reanudar su viaje entre charcos entrometidos
hasta doblar por un callejón sin salida,...
y allí, junto a un manto de verdes hilos,
se escondían un par de pies abandonados bajo su abrigo de faldas livianas,
que con ilusión esperaban el regreso de sus tacones negros,
y al encontrarse estos con aquellos desaparecieron bajo la tormenta con la desnudez tapada...
entre las sábanas y una almohada.

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